Un blog de la Dra. Natalia Ruiz inspirado en los Grupos de Desarrollo de Conciencia de Semiología de la Vida Cotidiana.

Dra Natalia Ruiz de Otero

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“Los falsos deseos provienen del Imaginario, los deseos genuinos provienen del amor”. –Dr. Alfonso Ruiz Soto.

No puedo decir que después de varios años de escuchar a mis pacientes, las palabras de Martín me sorprendieron: “Siempre pensé que lo único que me faltaba en la vida para ser feliz era terminar de pagar la casa que con tanto esfuerzo construí. Hoy que la tengo, lejos de disfrutarla, me deja un confuso sentimiento de insatisfacción. Quien mire las formas diría que tengo la vida perfecta: amor, salud y dinero, sin embargo y por extraño que suene, en el fondo, cuanto más tengo, más vacío me siento”.

Cualquiera que lo oyera, sin verdaderamente escucharlo, podría señalarlo como un malagradecido con la vida, incluso hubo en el grupo quien lo definió como un “pedante que no sabía lo que era tener verdaderos problemas con los cuales lidiar”. Pero también hubo quien pudo ver más allá de sus palabras y darse cuenta, que de una u otra manera, describían las circunstancias de muchos de los que estaban ahí. Ya que sin necesariamente tener “salud, dinero y amor” sentían lo mismo, porque la insatisfacción es uno de los malestares más comunes en la vida psíquica de los seres humanos, sean exitosos o no.

Martín se dirigió al grupo intentando aclarar su confusión: “¿A qué se debe que aunque logremos lo que por tanto tiempo deseamos, aparezca la insatisfacción?”

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Estamos insatisfechos porque ni siquiera sabemos con certeza qué es lo que deseamos. Vivimos tan volcados hacia afuera, en cumplir las demandas del otro, en cubrir las necesidades de nuestro Imaginario, que no somos capaces de reconocer lo que verdaderamente queremos; de ahí que surjan todas nuestras conductas compulsivas, orientadas a colmar un deseo que desconocemos. Por eso, hagamos lo que hagamos, nos seguimos sintiendo insatisfechos, porque no estamos atendiendo la causa original de nuestro vacío. Esto no quiere decir que no existan momentos en los que experimentemos plenitud, sin embargo, es mutante, aparece y se transforma haciéndonos desear nuevamente “algo”.

El conflicto resulta en que el deseo nunca deja de existir en nosotros. Por lo tanto, corremos el riesgo de vivir perennemente insatisfechos.

Desear, es inevitable, incluso es parte de lo que nos mantiene con vida, es el motor de la voluntad. Por lo tanto, un hombre que ha dejado de desear se ha abandonado a sí mismo.

El grupo se sentía identificado con lo que escuchaba así que alguien más cuestionó: “Pero entonces, ¿cómo movernos en dirección constante a la plenitud?” El trabajo radica en que cada uno de nosotros descubra y acepte lo que tanto anhela.

El deseo es la confirmación de que en nosotros existe un vacío que busca ser satisfecho. Sin embargo, la forma en la que conocemos nuestro vacío es por lo que nos hace sentir: el vacío es la expresión de mi Huella de Abandono, una emoción. En consecuencia, el satisfactor de ese vacío va a estar dado por la modificación en nuestras emociones. Pero para transformar lo que sentimos, primero tenemos que transformar la forma en la que nos percibimos y percibimos el mundo.

Martín seguía ávido de respuestas: “Todo lo que dicen me hace mucho sentido y a la vez me hace preguntarme: ¿cómo puedo conocer la causa original de mi vacío?”

Primero, detengámonos a sentir, sin miedo ni resistencia, nuestro vacío. Crecimos rodeados de tantos condicionamientos que nos es muy difícil saber con claridad qué es lo que realmente queremos. A veces podemos estar convencidos de que lo que deseamos con todas nuestras fuerzas es ser reconocidos, valorados, admirados, un coche último modelo o belleza infinita y, sin embargo, cuando contemplamos esa idea sin juicios, descubrimos que quien verdaderamente lo desea es nuestra falsa personalidad. Esa parte de nosotros que ha sido alimentada a partir de lo que los demás esperan de uno, o a partir de lo que nos han impuesto como modelos a seguir: el Imaginario.

Lo que vemos en la vida depende mucho de lo que creemos que estamos buscando. Solemos ajustar nuestra mirada sobre aquello no tenemos, de ahí que surja la envidia. Nos es muy fácil detectar quién tiene lo que tanto deseamos.

Pero la visión, como suele ocurrirle a la mayoría de las personas, se enfoca más en la carencia que en la abundancia. Ya no percibimos con claridad lo que se tiene porque deja de ser novedoso y se asume como parte de la cotidianeidad. Se vuelve monótono e incluso aburrido, ya no lo apreciamos.

Martín acomodaba toda esta información como si de pronto el grupo hubiera hecho una radiografía exacta de lo que le estaba ocurriendo. Así que finalmente pudo llegar a lo que necesitaba responderse: “Entonces, ¿cómo diferenciar nuestros falsos deseos de un verdadero deseo?”

El auténtico deseo es aquel que está orientado a generar un placer de realización para nuestro Yo. Si eso no ocurre, entonces no se trata de un deseo genuino, se trata de un falso deseo; un capricho o alguna compulsión con la cual nos alejamos de atender lo que verdaderamente buscamos. Es decir, aquellos deseos que surgen del Yo y se proyectan hacía afuera son aquellos dirigidos a atender nuestro verdadero anhelo, en cambio, aquellos deseos que surgen del Imaginario suelen estar orientados a anestesiar, momentáneamente, nuestro apego.

Reflexionemos sobre lo ocurrido con Martín: él perdió a su madre cuando tenía nueve años, quedando al cuidado de su padre y su nueva esposa. Cuando crece decidió ser arquitecto y cuando tuvo el dinero suficiente construyó una casa para sí mismo convencido de que cuando la tuviera se sentiría satisfecho. Es decir, cimentó un deseo originado por lo que veía en el Imaginario. Por eso, cuando éste se realiza, sin duda experimentó un momento de plenitud, aunque pronto se desvaneció. Al detenernos a meditar sobre ello, Martín descubre lo que la casa significaba para él. Tenerla le daba seguridad, buscaba sentirse arropado por unas paredes que fueran suyas y que nunca lo dejarían. Necesitaba saber que fuera a donde fuera, contaba con una base segura a la cual regresar. Por lo tanto, la forma del deseo, a partir de este diálogo íntimo con él, tomó un fondo distinto. Al descubrir que lo que sinceramente anhelaba, era reparar el dolor que le significó la muerte de su madre. Hacer esta distinción implica que el satisfactor pueda tomar diferentes formas, no necesariamente la de una casa, por lo tanto, dejamos de obsesionarnos con lo que consideramos es la única manera de aminorar el vacío.

El que Martín pudiera darse cuenta de esto significó un placer inmediato para su conciencia, ya que pudo discernir lo que verdaderamente estaba buscando: una mamá y no una casa. Esa experiencia es la que conocemos como una epifanía, “¡me cayó el veinte!”. Por lo tanto, nos permite acomodar el propósito de nuestras acciones de una manera diferente. Ese ajuste trae como consecuencia un momento de satisfacción real, ya que a partir de esa revelación nuestras acciones buscarán atender, con conocimiento de causa, la génesis original de nuestra Huella de Abandono.

Sin embargo, conocer nuestro deseo también nos coloca frente a una paradoja: aceptar que ese deseo, aunque surja del Yo, no necesariamente se cumplirá tal cual, porque en la vida puedo muchas cosas, pero también hay muchas otras cosas que no puedo. Pero eso no quiere decir que nos encontremos frente a un callejón sin salida, en realidad, nos coloca frente a la oportunidad de darle a nuestra historia un significado diferente:

“Conocer mi vacío me hace sentir satisfecho, pleno, saber con certeza qué impulsaba mis pasos. Hoy sé que no puedo revivir a mi madre ni sustituirla con una casa, pero aceptarlo también me hace ver en lo que se ha transformado su ausencia. Si busco dentro de mí descubro que he podido construir otros vínculos que me han dado la oportunidad de sentirme seguro, arropado y atendido emocionalmente. Reconocer la imposibilidad de revivir a mi madre me permite ver, a la vez, el escenario de posibilidades infinitas que se abren ante mis ojos. Esto entraña: aceptación plena y transformación creativa”.

El conflicto surge cuando nos resistimos a adentrarnos en nuestro vacío, porque aceptarlo es tanto como aceptar que en el pasado hubo algo que no nos dieron y eso puede resultar muy conflictivo. Así que nos defendemos del desamparo y de la angustia, negando nuestras carencias con apegos y compulsiones.

La experiencia de Martín permitió que el grupo se adentrara en su propia intimidad cuestionándose el deseo oculto que movía sus acciones:

“Estuve años padeciendo esta terrible discapacidad. Mis preocupaciones se reducían a buscar el doctor adecuado para realizarme una nueva operación que por fin me permitiera hacer mi vida con normalidad. Hoy prácticamente me han dado de alta, y pensé que el día que eso ocurriera conocería la felicidad absoluta y sin embargo, no ha sido así. Con todo lo que escucho hoy me doy cuenta de cómo mi enfermedad se volvió el distractor perfecto para no ver lo que a la vez, necesitaba atender. Hoy sé que deseo liberarme del rencor y la envida que me ha provocado ver que otros han hecho su vida con normalidad, mientras que yo, he cargado con lo que para mí ha significado una maldición”.

“Por más logros y reconocimientos que obtengo no me siento satisfecho. Hoy con todo lo que escucho, puedo saber que el único reconocimiento que siempre deseé fue el de mi padre. Aceptar mi tristeza y mi enojo me hacen contactar con mi vacío, pero a la vez me hacen transformarlo en agradecimiento, porque por estar mirando lo que no tengo dejé de ver lo que la vida me ha dado a manos llenas”.

“¿No sé si regresar con mi libertad?…¿libertad? No, lo que quise decir es que no sé si regresar con mi expareja. Pero si me detengo un poco a escuchar lo que acabo de decir puedo también escuchar lo que verdaderamente deseo”.

El espejo de la técnica grupal

El trabajo de consultoría individual o grupal, radica precisamente en eso, en que cada participante pueda ir descubriendo sus genuinos y auténticos deseos. Pero que además pueda identificar aquellas defensas que lo han distraído de contactar con su vacío. Cada quien va descubriendo que para poder atender nuestras heridas, lo primero que tiene que ocurrir es que estemos dispuestos a sentirlas. Sólo así podremos responder a la pregunta de ¿quién soy? y ¿qué quiero?

Todos podemos vernos reflejados en estos espejos…

Somos seres deseantes, de tal manera, que la experiencia de Martín nos hace descubrir que el desconocimiento de saber lo que deseamos trae como consecuencia una continua insatisfacción. Pero a la vez, resulta liberador aceptar que el deseo siempre va a existir en nosotros porque es el motor de nuestra voluntad. Por lo tanto, dirijamos nuestra energía en función de la plenitud a través del adecuado conocimiento de nosotros mismos y no a la ignorancia de uno, que únicamente terminará por arrastrarnos a una constante insatisfacción.

Complementa la lectura con esta reflexión en audio o video.


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¿Cómo podemos aprender a desear lo que ya tenemos? ¿De qué manera el tomar conciencia de mis carencias me hace contactar en el otro extremo con la abundancia? ¿Cómo el agradecimiento juega un papel fundamental en la mecánica del deseo y la voluntad?

Referencias Bibliográficas

Texto: Natalia Ruiz

5 Comentarios

  1. Gracias doctora, como siempre llega en el momento preciso y en conjunto con otras situaciones que parecen sincronías.
    Hay cosas que no tenemos, hay otras que si, otras que deseamos y otras que queremos cambiar. Leí de Humberto Maturana que un buen comienzo es reflexionando en lo que queremos conservar. Y al parecer el proceso se allana un poco.
    Y esto también:
    Por querer aparentar lo que no eres no te inventes deseos. Puedes hacer lo que deseas, pero tu mente no puede decidir lo qué deseas. Tú no haces tus deseos, ellos te hacen. Cuando no los realizas, ellos se vengan en forma de enfermedades o fracasos.
    de Jodorowski (creo)
    Saludos, un abrazo!!

    1. Foto del avatar
      Dra. Natalia Ruiz de Otero

      ¡Hola Carlos! Estoy totalmente de acuerdo contigo. Plantear un deseo, implica, muchas veces, plantear también la renuncia a algo. Además me parece muy importante lo que mencionas, estar atentos a nuestros deseos, de otra manera la frustración no aceptada puede tomar formas muy dañinas. ¡Muchas gracias por tus comentarios!

  2. Con gran precisión esta explicación, lo viví así muchas veces , hasta que todo empezó a tener un nombre , un vacío, una emoción , una huella de abandono entonces empecé a vivir aquí y ahora , sin postergar , sin poner en lo externo lo que está en mi
    Te admiro y me fascina leerte, escucharte y sentirte. Abrazos

    1. Foto del avatar
      Dra. Natalia Ruiz de Otero

      ¡Querida Rosana! Qué importante lo que mencionas: ponerle un nombre a nuestro vacío. Si éste pudiera hablar ¿qué nos diría? ¡Te mando un gran abrazo y muchas gracias por tus comentarios tan cariñosos!

  3. Hola Natalia, Muy buen trabajo con este blog. (Una pregunta personal: ¿No te cansas de triunfar? Ja, ja.).
    Excelente tema: como el ser humano casi por naturaleza fija su atención en sus carencias, sin tomar en cuenta su abundancia, su Ser. Y como precisas la clave para distinguir los deseos, impecable. Gracias.
    Al mismo tiempo paradójicamente el poderoso imaginario hace mover, crecer, “evolucionar” al mundo, buscando siempre algo más y mejor. Te imaginas si todos viviéramos como monjes tibetanos, sin necesitar nada, solo meditando y contemplando, viviendo abajo de los árboles o en cuevas, comiendo hierbitas e insectos?; tal vez no estaría mal, pero creo que todavía no estamos preparados para eso.
    Por otro lado, para un consultante que esté muy inmerso en este tipo de problemática, pienso que puede ser conveniente llevarlo mediante una meditación a un escenario hipotético deplorable, donde pierde gran parte de sus bienes y/o sus relaciones. De tal forma que al despertar empiece a valorar más lo que tiene. Te hace sentido?
    Felicidades y te mando un Abrazo!

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