Ya eran varios los encuentros que había tenido con este grupo y, aunque el cambio era una constante, también había otras cosas que permanecían iguales. Una de ellas era el discurso de Martina, sus palabras entonaban una melodía predecible y repetitiva:
“La actitud de mi esposo está llegando a un límite. Quisiera que lográramos un acuerdo económico en el que yo supiera con qué cantidad cuento al mes para mi SDS. (Solo Dios Sabe en qué me lo voy a gastar). Hoy le pedí un cheque para pagar mis sesiones de grupo y me contestó que dejara de gastar el dinero en tonterías. Pero lo peor del caso es que tampoco le parece muy buena idea que busque un trabajo. Su control me está matando”.